La distancia del maratón
Pietri Dorando, London Marathon 1908
¿Por qué la distancia del maratón es de 42.195 km?
Hoy en día, todos los maratones alrededor del mundo comienzan con la misma distancia precisamente definida: 42.195 km. Pero detrás de esta cifra precisa yace una historia asombrosa 📖. Entre la leyenda de la antigua Grecia 🏺, capricho real y circunstancias históricas, esta carrera mítica ha ganado popularidad a lo largo de los siglos para convertirse en la distancia reina del atletismo 👑.
La leyenda de Filípides: Los orígenes del maratón
Antes de convertirse en un evento legendario, el maratón es ante todo una historia. Un viejo relato que huele al polvo del campo de batalla y el sudor de un hombre corriendo para salvar a su pueblo.
En el año 490 a.C., los griegos se enfrentaron a los persas en una batalla decisiva en Maratón, un pequeño pueblo a unos cuarenta kilómetros de Atenas. Aunque estaban en gran desventaja numérica, los atenienses obtuvieron la victoria. Entonces, según la leyenda más conocida, los líderes militares enviaron a un soldado-mensajero a correr hasta Atenas para anunciar la noticia. Su nombre sería Filípides (o quizás Tersipo o Eucle, dependiendo de la versión). Pero no importa su nombre: lo que se recuerda es su hazaña.
Este corredor de larga distancia es uno de los hemeródromos, mensajeros de la antigua Grecia capaces de recorrer distancias muy largas gracias a su condición física y resistencia. Según las versiones populares, corrió sin parar los 35 a 40 kilómetros entre Maratón y Atenas. Sin aliento, llegó a la Ágora, gritó “¡Nikomen!” (“¡Hemos ganado!”), y luego colapsó, vencido por el esfuerzo. Un escenario digno de las mejores películas 🎞️, que abarca siglos, mezclando patriotismo, esfuerzo máximo y sacrificio.
Pero aquí está el detalle: esta hermosa historia, por romántica que sea, no encaja del todo con las fuentes históricas. Heródoto, uno de los pocos historiadores griegos 🇬🇷 e indirecto testigo de esa época, nunca menciona una carrera de Maratón a Atenas en sus manuscritos. En sus escritos, menciona otra hazaña, aún más impresionante: Filípides fue enviado de Atenas a Esparta, una distancia de 246 kilómetros, para pedir ayuda contra los persas. Corrió esa distancia en solo 36 horas. Los espartanos, retrasados por ritos religiosos y un calendario lunar no favorable, prometieron su apoyo... pero no antes de seis días. El mensajero regresó de inmediato para advertir a Atenas 📨.
Gracias a él, los líderes militares atenienses sabían que no podían contar con Esparta a tiempo. Milcíades, el general griego, cambió de estrategia 🎯. Decidió atacar rápidamente, sorprendiendo a las tropas enemigas. Y funcionó: a pesar de la diferencia numérica, los atenienses aplastaron a los persas atacándolos por sorpresa ⚡.
Sin Filípides, esta victoria podría no haber sido posible. Él puede no haber anunciado la victoria; pero la hizo posible. Y eso es lo que hace su hazaña aún más admirable. Para muchos, la precisión histórica no es lo más importante: nació un símbolo. El símbolo de la hazaña sobrehumana. Al entregar su mensaje a costa de su vida, este mensajero griego encarna una resistencia extraordinaria. Inconscientemente, inspiraría a millones de corredores, dos milenios después.
Los Juegos Olímpicos de Atenas de 1896: El nacimiento del maratón
No fue hasta finales del siglo XIX que esta leyenda tomó forma tangible en el deporte moderno. Grecia 🇬🇷 había estado organizando sus propios Juegos Olímpicos durante años, pero Pierre de Coubertin quería oficializarlos como una gran competición entre naciones 🌎. En 1896, se celebraron en Atenas los primeros Juegos Olímpicos modernos. Como símbolo, quería anclar esta competición en el patrimonio de la antigua Grecia. ¿Y qué mejor homenaje que crear un evento inspirado en el viaje de Filípides? La idea, sugerida por el lingüista francés Michel Bréal 🇫🇷, atrajo a los organizadores.
El comité organizador entonces propuso una carrera entre Maratón y el Estadio Panathinaikó en Atenas: aproximadamente 40 kilómetros. El día del evento, diecisiete corredores tomaron la salida. Entre ellos, un pastor llamado Spiridon Louis, seleccionado a último momento por el ejército griego. Conducido por el entusiasmo popular, ganó la carrera en 2h58'50. La multitud estalló de júbilo. Nació el maratón, en una mezcla de mito, sudor y patriotismo.
Pero en ese momento, la distancia exacta no estaba todavía fijada. El 19 de julio de 1896, pocas semanas después de los Juegos Olímpicos de Atenas, nació la primera edición del Maratón de París. Partiendo desde Porte Maillot y terminando en la ciudad de Conflans-Sainte-Honorine, la distancia se estableció en 40 km. La “Course de Marathon”, como se llamaba en ese momento, tuvo bastante éxito con 191 corredores y la victoria del inglés Leonard Hurst, quien cruzó la línea de meta después de 2h31'30 de esfuerzo.
Durante los Juegos de París en 1900, los maratonistas recorrieron 40.260 km. En 1904 en St. Louis 🇺🇸, la distancia fue de 40 km. ¿Por qué estas diferencias? Porque el maratón inicialmente seguía una lógica geográfica: conectar un punto A simbólico o práctico con un punto B, en lugar de respetar una cifra precisa.
Otras carreras, fuera de los Juegos Olímpicos, comenzaron a adoptar la idea del maratón sin adherirse a una distancia estricta. En Boston 🍀, ya en 1897, se lanzó un maratón en homenaje a la edición de Atenas: los corredores cubrieron 24.5 millas (poco más de 39 km). En vísperas de un nuevo siglo, la disciplina ya estaba fascinando a nivel internacional. Se veía como un legado de una era gloriosa, el romanticismo de una hazaña solitaria, y el potencial para un extraordinario desafío deportivo.
Londres 1908: Un capricho real determina el destino del maratón
Es durante los Juegos Olímpicos de Londres de 1908 🇬🇧 que el maratón entra en la leyenda... y casi se solidifica en su versión actual. Inicialmente, los organizadores planearon una carrera de 26 millas (41.843 km) desde el Castillo de Windsor (residencia de la familia real británica) hasta el Estadio de White City 🏟️, todo en un recorrido lineal y simbólico.
Pero aquí está el giro: la familia real quería que la carrera comenzara frente a las ventanas 🪟 de la guardería en el Castillo de Windsor, para que los niños pudieran ver el inicio. ¿El resultado? Se añadieron unos metros al recorrido. En la línea de meta, el recorrido también se modificó ligeramente para que los corredores la cruzaran frente al palco real en el estadio. Resultado final: exactamente 42.195 km. Una distancia dictada más por consideraciones reales que deportivas.
Pero esta edición es memorable no solo por la distancia. Su dramático final del maratón juega un gran papel. Después de varias horas de carrera en el sofocante calor del verano 🥵, el corredor italiano Dorando Pietri 🇮🇹 entró al estadio en cabeza. Pero a solo 200 metros de la meta, colapsó. Golpeó la pared del maratón en el peor momento. Frente a una multitud delirante de 90,000 personas, fascinada y atónita, cayó, se levantó y volvió a caer. Totalmente exhausto, fue ayudado por los oficiales y finalmente cruzó la línea con un tiempo de 2h55'18. Pero tras una protesta presentada por Estados Unidos 🇺🇸, fue finalmente descalificado, dejando la victoria al estadounidense Johnny Hayes, quien llegó 34 segundos después. La imagen de Pietri, confundido, apoyado por jueces, aclamado por la multitud, dio la vuelta al mundo. El evento fascinó. La distancia se volvió icónica.
Dorando Pietri durante el Maratón de Londres de 1908
Pero los 42.195 km no serían adoptados inmediatamente en ediciones posteriores. En 1912, en Estocolmo, el maratón era de 40.2 km. En 1920 en Amberes, era de 42.75 km. La idea de una única distancia, sin embargo, estaba ganando terreno: los organizadores, atletas y federaciones comenzaron a pedir la estandarización.
1921: La distancia de 42.195 km se convierte en oficial
En 1921, la distancia del maratón adquirió una forma definitiva. La recién formada Federación Internacional de Atletismo Aficionado (IAAF, ahora conocida como World Athletics) decidió unificar las regulaciones: la distancia oficial del maratón sería en adelante 42.195 km. La que se corrió en Londres en 1908. ¿Por qué esa? Porque había dejado una huella. Porque se había vuelto icónica.
Hubo en efecto debates. Algunos pedían un regreso a los orígenes: una distancia más cercana al maratón de Atenas de 1896. Otros querían redondearla a exactamente 42 km. Pero la influencia de Londres y el prestigio de los Juegos Olímpicos habían estampado al maratón con significado. La IAAF decidió: 42.195 km se convirtió en el estándar. Y este estándar ya no cambiaría.
Desde entonces, cada maratón autorizado sigue esta regla. Para que las actuaciones sean comparables. Para que los registros sean válidos. Para que de un continente a otro, un maratón sea un verdadero maratón, no más, no menos.
Hoy, los recorridos oficiales deben medirse conforme a protocolos muy estrictos, validados por World Athletics. Un margen de error casi insignificante, controlado con bicicletas calibradas y una única herramienta de medición autorizada, el Contador Jones. Estas verificaciones son cruciales, especialmente para la ratificación de récords mundiales. Un recorrido demasiado corto o mal medido, y todas las actuaciones de los atletas son invalidadas.
Una distancia convertida en mito... y un campo de hazañas
42.195 km. Una distancia establecida por la historia, la realeza 👑... y un poco de azar 🎲. Pero hoy en día, está esculpida en piedra. Se ha convertido en un símbolo universal y apasionante, reconocido por todas las federaciones, y bien arraigado en la mente de los corredores.
Este número evoca mucho más que solo una distancia: lleva dentro siglos de historia, leyenda y logros. Desde el mito griego hasta la creación de los Juegos Olímpicos, simboliza una pasión atemporal por el deporte y celebra la resistencia del espíritu humano. Hoy en día, encarna notablemente las hazañas extraordinarias de atletas como el difunto Kelvin Kiptum, Eliud Kipchoge o Ruth Chepngetich, quienes continúan empujando los límites de lo posible en este evento reina, tan exigente y fascinante.
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